Las gafas 3D sientan bien

Después de que -especialmente- James Cameron resucitara el 3D para el cine, el recorrido que ha conocido desde entonces dicha tecnología ha sido una auténtica montaña rusa... en la que han predominado las bajadas por encima de las subidas. Las gafas polarizadas se han encomendado a las nuevas generaciones de directores, que supuestamente deben aportar nuevas ideas a una industria que pide a gritos ser renovada. De momento, la cosecha no ha sido especialmente apetitosa, quizás por esto han tenido que salir al rescate dos auténticos veteranos, que han sorprendido a propios y extraños con sus respectivas nuevas creaciones.

Hablamos de los incombustibles Wim Wenders y Werner Herzog, los que en su día fueran dos de los máximos abanderados del ahora añejo movimiento de la década de los 70 conocido como el ''nuevo cine alemán''. Por partes. Se podría decir del primero de ellos, autor de la aclamada 'París, Texas', que es un experto en convertir lo que apunta a ser un desastre, en una indudable maravilla. Hará ya más de una década que, asociándose con el mítico guitarrista Ry Cooder, trató de llevar a cabo un ambicioso proyecto de unión musical, que debía reunir a diversos genios de la música cubana con otros de la africana. No pudo ser, la política se interpuso. Lo que más tarde se llamaría AfroCubism debería esperar... mientras, sirvió de consuelo -¡y qué consuelo!- aquella joya titulada 'Buena Vista Social Club'. Una historia tan accidentada (y por lo visto, con idéntico buen desenlace) es que la que arrastra 'Pina'.

Lo nuevo de Wenders es un sentido homenaje a la famosa coreógrafa Pina Bausch. Un proyecto que desborda emotividad sobre todo si tenemos en cuenta que la protagonista que debía servir de inspiración, murió durante la gestación del proyecto. Lo que hubiera desmotivado a cualquiera, sirvió de estímulo al director alemán, que empleando sabiamente la renovada tridimensionalidad, consiguió filmar la danza en estado puro, creando así un espectáculo libre de ataduras y que consiguió en Berlín un éxito rotundo de crítica y público.

Como no quería ser menos, Werner Herzog decidió apuntarse también a la moda en 3D. Presentada también fuera de competición, su 'Cave of Forgotten Dreams' supone una apasionante inmersión a la cueva de Chauvet, que supone uno de los mayores tesoros de la humanidad, al poseer ésta más de cuatrocientas pinturas rupestres de 32 mil años de antigüedad. Herzog sigue queriéndose adentrar en los lugares más recónditos -y bellos- del planeta, y a sus casi 70 años de edad, lo consigue con una facilidad pasmosa. El resultado, un asombroso viaje marca de la casa, que dejó al respetable con la boca abierta más de hora y media. La excepción confirma la regla, y aunque sirva de excepción, en Berlín las gafas para ver en tres dimensiones parecen ser más que bienvenidas.

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